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miércoles, 9 de abril de 2014

La urgencia de vigilar al gobierno

Por Juan Antonio González

Seguramente cuando se trata de definir a los mexicanos siempre se tiene en cuenta eso de que somos muy entrometidos, que nos gusta meter las narices donde menos se piensa, que gustamos de meternos en los asuntos de los demás y que por lo general nos encanta saber todo lo relacionado con el prójimo.
No te metas donde no te importa o déjate de cosas que tu no tienes vela en el entierro, se dice a los que llevan al extremo ese afán de vigilar la vida de los demás.
De acuerdo con los resultados de la Encuesta Sobre el Derecho de Acceso a la Información PúblicaGubernamental 2013 (EDAI) elaborada por el Instituto Federal de Acceso a la Información y por el Instituto Nacional de Geografía Estadística Informática, todo hace indicar que nos place más saber que hace la vecina que lo que hace la autoridad.
Los resultados de esa Encuesta los ha publicado el IFAI en  su portal electrónico y hay hallazgos tan interesantes como desalentadores, como el hecho de que de cada cien mexicanos, solamente seis han presentado solicitudes de información a las instituciones públicas. 
A once años de que entró en vigor la Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública, esa estadística refleja un desconocimiento descomunal de la población respecto de qué y como preguntar algo a sus autoridades.
Es decir, nos interesa lo que hace la autoridad pero no nos atrevemos a preguntar, en buena medida, porque desconocemos que podemos hacerlo.
El 84 por ciento de las 2 mil 805 personas encuestadas, con representatividad sobre 35 millones de personas, dice estar interesada en lo que hacen las autoridades e instituciones de gobierno que son sujetos obligados de la Ley de Transparencia, pero el 69 por ciento desconoce los medios para hacerlo y el 80 por ciento no tiene idea alguna del procedimiento a seguir.
El 60 por ciento de la población ha escuchado hablar del IFAI pero solo el 25 por ciento sabe de la existencia de los órganos garantes en su respectiva entidad federativa, lo cual resulta ser abrumador.
Parece inexplicable que los ciudadanos en ocasiones opinemos de todo, que hagamos juicios de todo, que a la primera de cambio califiquemos a un gobernante ya sea de corrupto, ineficiente o hasta flojo y que para haber llegado a cualquiera de esas conclusiones no nos preocupemos por hacernos de la información necesaria para respaldar nuestros dichos.
Pese a que tenemos al alcance la posibilidad de preguntar y recibir información oficial no lo hacemos. El Acceso a la Información Pública es un derecho constitucional y no lo ejercemos.
Es como si nos agradara vivir en la ignorancia total respecto de lo que hacen nuestros gobernantes a los que criticamos pero no les preguntamos, no les cuestionamos ni les exigimos cuentas.
El hecho de que solamente menos de seis de cada cien mexicanos hayan preguntado algo al gobierno nos dice que somos un pueblo incapaz de ejercer sus derechos a plenitud. Once años para darnos cuenta de un Derecho que nos asiste es demasiado tiempo para no hacer nada.
Lo más notable es que se supone que somos una sociedad que no se deja, que es respondona, que es liberal y demandante, pero pareciera que es solamente un mito.
En la Escuela de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí se imparte la asignatura de Escenarios de Transparencia y Acceso a la Información Pública. En enero pasado en el primer día de clases, ninguno de los alumnos inscritos al curso sabía de la existencia de la Transparencia o del Derecho de Acceso a la Información Pública.
Iniciar a hablar de ese tema es como caminar en un cuarto a oscuras porque el desconocimiento es aplastante.
Luego de que los jóvenes universitarios se inician en el asunto se asombran de todo lo que pueden saber pues han entendido que ese Derecho es el equivalente a un instrumento de conocimiento.
Los datos de la Encuesta deberían ser tomados con toda la seriedad del caso no solo por los órganos garantes, sino también por las instancias de gobierno y la sociedad. La evolución de la transparencia es responsabilidad de todos, puesto que con ello se puede lograr una mejor democracia.
Por eso,  si en realidad somos unos metiches, empecemos a entrometernos en la vida del gobierno, en sus andares y trasnochadas, en sus relaciones sospechosas y oscuras, en sus gastos y excesos, en sus promesas y sus respuestas.

De nada sirve decir que nos interesa saber qué hace el gobierno si no se da el paso siguiente que es el de preguntar para luego evaluar.

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