Se busca auditor a la medida, no importa si es reelección
Por Juan Antonio González
Hay servidores públicos que tienen su fama pública por los suelos. Se
puede decir que hay funcionarios que cargan tanto descrédito que si éste fuera
una losa, no se podrían poner de pie
En San Luis Potosí hay y ha habido servidores públicos que cada mañana
antes de salir de casa para ir a la oficina, dejan su moral cuidadosamente
doblada en la silla porque la utilizan tan pocas veces que ya ni vale la pena
cargar con ella.
Hay servidores públicos ineficientes, simuladores, oportunistas,
convenencieros, arrogantes, déspotas, autoritarios, soberbios, narcisistas, y
puede que hasta ignorantes redomados de la ley y de las obligaciones y
responsabilidades que ésta les confiere.
También, sin duda, los hay eficientes, probos, inteligentes,
comprometidos con la sociedad y las instituciones.
De todo hay, pero es indudable que los buenos funcionarios son los
menos.
El Congreso del Estado está en pleno proceso para la elección del
titular de la Auditoría Superior del Estado, cargo para el cual se registraron
trece aspirantes que desean servir a su estado desde esa delicada e
importantísima posición.
De los trece inscritos, quien más ha llamado la atención, incluso desde
antes del cierre de registros, es el caso del actual auditor superior, Héctor
Vicente Mayorga Delgado. Su participación era un secreto a voces.
Siguiendo lo publicado por los medios de comunicación durante las
últimas semanas, resaltó el hecho de que analistas, articulistas, columnistas y
editorialistas al tocar el tema de la renovación del cargo en la ASE, se
mencionara a Mayorga Delgado en términos no necesariamente favorables.
Se percibió una notable coincidencia en cuanto a que el trabajo
desarrollado por Mayorga no es ni con mucho el deseado para una institución que
se supone, de forma autónoma e independiente tiene la responsabilidad de
fiscalizar el ejercicio de los recursos públicos de los tres niveles de
gobierno, los ayuntamientos y los organismos públicos autónomos descentralizados.
Pocas voces sino es que ninguna, se alzó para hablar o escribir sobre lo
positivo que sería una eventual reelección de Mayorga en el cargo de Auditor,
más bien la coincidencia es que lo más saludable es que se vaya.
En los corrillos políticos entre tanto, se mantiene la puja de fuerzas
al interior del Congreso del Estado, donde la mayoría priísta seguramente está
en espera de lo que le mande el gobernador.
Se especula sobre si Mayorga será reelecto, si eso le conviene al
ejecutivo y a los partidos políticos y se debate aun en corto si lo mejor es
cambiar, siempre y cuando el cambio sea para seguir con lo mismo, es decir, con
la impunidad.
La mala prensa con la que cuenta Mayorga habida cuenta de sus magros
resultados y su mala imagen que se le ha construido por los intereses que
privan en los medios, colocan las aspiraciones de Mayorga muy cuesta arriba.
De hecho, no existe memoria documental de “peces gordos” que hayan sido
sancionados de forma ejemplar por la ASE. Ni peces gordos del pasado ni del
presente, no los hay.
Y no los hay porque la Auditoría y por tanto el auditor, han acumulado
tantos intereses de corte político que están atados de manos para sancionar a
nadie, se han autolimitado en sus tareas de fiscalización y han terminado por aplicar
auditorías patito para agradar a quien haya que agradar.
Así por ejemplo, al gobierno de Fernando Toranzo le han realizado
observaciones a cuentas públicas por miserables pesos y centavos. Como ha sido
reportado por Proyecto Tábano las observaciones al ejecutivo no llegan ni al
uno por ciento del total de su ejercicio presupuestal.
Habrá tanta eficiencia y honestidad o será que en cambio hay
encubrimiento y simulación a conveniencia.
Como sea, Héctor Vicente Mayorga Delgado quiere ser reelecto, desea
seguir en el cargo de auditor. El gobernador en primerísimo lugar tiene la
palabra, el no vota, pero por él sus diputados lo hacen.
Los más pesimistas creen que será reelecto porque así le conviene al
gobernador y a la clase política local. Quién sabe lo que ocurrirá, pero
teniendo un Congreso que no es en forma alguna contrapeso al ejecutivo y que lo
que se impone es el interés de los partidos, lo más previsible es que se dejen
las cosas como están, o en su caso, que se cambie al auditor para seguir igual.
Cambio de persona, pero no de las reglas del encubrimiento, la opacidad
y la impunidad.