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lunes, 26 de mayo de 2014

Se busca (un auténtico) presidente para la CEGAIP

Por Juan Antonio González

Este lunes inició el registro de aspirantes al cargo de presidente de la Comisión Estatal de Garantía de Acceso a la Información Pública. La institución garante del Derecho de Acceso a la Información Pública va por su quinto presidente.

Dicen que no hay quinto malo, pero en este caso ese supuesto hay que atenderlo con las  reservas del caso, pues bien visto, de ninguno de sus comisionados se puede afirmar que ha dado el ancho.

De acuerdo con la convocatoria emitida por el Congreso del Estado y publicada en el Periódico Oficial del Estado en su edición del pasado 15 de abril, el cierre de inscripciones será el 30 de mayo.

Como se precisa en la convocatoria, el actual comisionado presidente, Alejandro Alfonso Serment Gómez, concluye su período el día 30 de junio. Quien resulte electo o electa, estará al frente de la CEGAIP del primero de julio de 2014 hasta el 30 de junio de 2018.

El método de elección para este caso no es ninguna novedad y se basa primordialmente en las características de elegibilidad señaladas en el artículo 89 de la Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública del Estado.

Los aspirantes inscritos tendrán oportunidad de presentar su proyecto de trabajo, mismo que expondrán ante los diputados quienes podrán cuestionarles, además de que los legisladores podrán hacer uso a su derecho de réplica.

No hay mucho por desvelar del procedimiento legal que seguirán primero, los integrantes de las comisiones unidas de Gobernación y de Transparencia y después el pleno cuando llegue el momento de votar de acuerdo con el dictamen que presenten las primeras.

De donde habrá que poner mucha atención es las maniobras políticas que subyacen detrás de este tipo de elecciones de los organismos autónomos descentralizados. La acción política de los partidos y los diputados de acuerdo con sus intereses, algunas veces coyunturales, son a menudo los que más pesan a la hora de elegir.

Quizá la primer arista de reflexión en ese sentido, es que se estará designando al presidente de la CEGAIP en un momento marcado por la sucesión gubernamental, es decir, es muy probable que al gobernador Fernando Toranzo le interese mucho incidir en manos de quién quedará la Comisión para cuando él ya no sea gobernador.

Se dice en los pasillos de palacio de gobierno que la elección del presidente de la CEGAIP no es algo que les ocupe ni les preocupe, lo cual puede ser una verdad absoluta, pues a la administración de Toranzo hay mil cosas que pasan en la entidad y no le importan.

Pero como se trata de una institución estratégica en términos de saber qué hace y/o dejan de hacer las autoridades, seguramente al gobernador sí le interesará que tras dejar el cargo, haya quien le proteja de las molestas preguntas que hacen los ciudadanos acerca de sus gobiernos y gobernantes.

Pensar que al mandatario y a sus más cercanos no les interesa la sucesión en la CEGAIP es una ingenuidad. Es seguro que meterá no solo las narices sino las manos para cargar el fiel de la balanza en alguien, por ejemplo, que pueda ser de un perfil tan bajo como el de Serment.

Al gobernador e incluso a los diputados, les conviene más un comisionado timorato y gris, que uno genuinamente interesado en la transparencia, les conviene más tener un nuevo comisionado igual de anodino y sin iniciativa como Serment que uno que sea impulsor activo del Derecho de Acceso a la Información Pública.

A la clase política potosina le conviene más un comisionado del perfil de Serment, es decir, improvisado, que uno de bien preparado y con trayectoria en ese sector de la transparencia que sigue siendo tan manoseado como vituperado y manipulado por los agentes de poder.

No se sabe cuántos y cuántas se vayan a registrar, mucho menos podemos presumir que les mueve a inscribirse, pero lo peor que puede ocurrir es que, como hasta ahora ha sido, terminen por registrarse los enviados y patrocinados por el poder público.

El mandato de Alfonso Serment ha sido para el olvido y tiene a la Comisión en los últimos lugares de los organismos garantes a nivel nacional. Con él, la Comisión se ha estancado a partir de una parálisis inducida por su nula visión como representante de la ciudadanía para hacer valer sus derechos constitucionales.

Con Serment en la Comisión, la institución ha perdido confianza y credibilidad, su fama creció a partir de su ominosa complicidad con el Estado frente a asuntos controversiales de ocultamiento de la información. Con él, se perdieron cuatro años. La sociedad ignora qué es y qué hace la Comisión, pues el presupuesto anual se gasta en salarios y comisiones y no en la difusión de la cultura de la transparencia que para muchos sigue siendo tan desconocida como cuando él se hizo cargo de la CEGAIP.

Los diputados de los cuales nos hemos acostumbrado a fuerzas de escándalos a desconfiar, tienen una tarea sencilla: elegir a alguien que en su perfil y trayectoria desde ya resulte mejor a Serment. Entre quienes se inscriban deberá haber varios mejor que él, pues no se puede ser peor que un burócrata que solo aspira a cobrar su quincena sin molestar a nadie.

Sin embargo, la elección puede ser muy compleja para los diputados, pero solo si se comprometen a elegir al mejor o a la mejor, no al que señale el dedo del gobernador, del secretario General de Gobierno o el líder de tal o cual bancada.

Es cierto que pocas veces los diputados han dado señales de un actuar honesto, transparente y claro de frente a la sociedad, pero siempre hay una primera vez. Esperemos que esta elección de presidente de la CEGAIP sea esa oportunidad y que esta vez se vote con independencia, libertad y con conocimiento e información.


Si se cae de nuevo en la tentación de elegir a un encubridor y no a un garante real del Derecho de Acceso a la Información y la Transparencia, seguiremos en un San Luis bajo el yugo de la cultura del secretismo, el oscurantismo y la opacidad.

martes, 6 de mayo de 2014

Es que somos muy pobres, ahí te dejo 16 millones de pesos para que les pagues a los de la CEGAIP

Por Juan Antonio González

Hay entre los políticos y servidores públicos ciertos rasgos que los convierten en seres miserables y mezquinos. Adoran la farsa y tienen en el engaño contumaz una de sus principales características. Han hecho de la simulación todo un arte del escapismo respecto de sus responsabilidad y obligaciones legales, para lo cual, han construido una narrativa de lamentos sustentada en frases trilladas y huecas.

“Nunca habrá recursos suficientes para combatir la pobreza”, es por ejemplo uno de los dichos que durante décadas se ha pretendido propalar como una verdad absoluta.

“Desafortunadamente, no contamos con recursos públicos suficientes, solo alcanza para la nómina”, suelen justificar los alcaldes.

No hay recursos, recibimos una administración endeudada y sin capacidad de maniobra, no hay para obra pública”, ha dicho hasta el cansancio el alcalde capitalino.

Y el gobernador Fernando Toranzo desde el inicio de su gestión en 2009 no ha parado de decir entodas las oportunidades posibles que es un gobierno sin dinero.

Para que funcione bien una institución pública, de acuerdo con la lógica de las autoridades, debe haber dinero, mucho dinero en las arcas públicas, solo así funcionan las cosas.

Recuerdo que hace más de una década, en el gobierno de Vicente Fox, en una visita que tuvo a San Luis la entonces secretaria de Desarrollo Social, Xóchitl Gálvez confesó que la pobreza nunca se eliminaría porque el gobierno de la república no tiene recursos para lograrlo.

Cuando mucho, dijo en aquel momento, en treinta años se podrá tener una disminución real de la cifra de pobres, pero siempre y cuando se destine un presupuesto consistente año con año.

Y así tenemos que el gobierno no tiene recursos para prácticamente nada sino para satisfacerse así mismo.

Tal es el caso de Marcelo de los Santos quien acuñó la frase de que se gastará lo que se tenga que gastar, siempre y cuando lo que se gastase dejara constancia de que él era el mejor.

Es así que la cultura del lamento por la ausencia de recursos materialmente se ha convertido en la única política pública en curso. No tenemos mejores policías porque no hay para ofrecerles un mejor salario para que no caigan en la tentación de aliarse con los delincuentes.

No tenemos recursos  para dotar de servicios básicos a la totalidad de las escuelas, no tenemos recursos para construir caminos, no tenemos recursos para  incentivar a las empresas para que se instalen en San Luis. Es que piden demasiado, se quejó el gobernador ante la huida de las armadoras de vehículos a otros estados.

Total que nunca hay dinero, solo para lo elemental: para los salarios, para los viáticos, para las gigantescas prestaciones de la burocracia. Para eso si hay y si no hay, lo conseguimos.

Valga lo anterior para situarnos en las desafortunadas declaraciones de Alfonso Serment, quien vive sus últimos días del presupuesto público de la Comisión Estatal de Garantía de Acceso a la Información.

Nos tachan de malospor ser pobres, dijo en referencia a las críticas a raíz de evaluaciones que dejan a la vista la pobrísima actuación de esa institución, catalogada entre las peores del país.

Bien visto, lo único que hizo Serment fue repetir lo que el gobernador, el alcalde, los magistrados y tal han dicho en los últimos años: no tenemos presupuesto.

Para el gobernador Toranzo tener más de 34 mil millones de pesos es como no tener nada, y para Mario García contar con más de dos mil millones es también poco menos que nada; con ese pensamiento tan mezquino, Serment no tiene entonces reparo alguno para quejarse que más de 16 millones de pesos no alcanzan para nada.

En el San Luis Potosí del gobierno pobre que más bien parece un pobre gobierno, solo hay lugar para mentalidades enanas, como la del presidente comisionado de Transparencia, cuya pobreza se encuentra solamente en su gruesa cachaza de burócrata acostumbrado no a trabajar, sino a cobrar.