La urgencia de vigilar al gobierno
Por Juan
Antonio González
Seguramente cuando se
trata de definir a los mexicanos siempre se tiene en cuenta eso de que somos
muy entrometidos, que nos gusta meter las narices donde menos se piensa, que
gustamos de meternos en los asuntos de los demás y que por lo general nos
encanta saber todo lo relacionado con el prójimo.
No te metas donde no
te importa o déjate de cosas que tu no tienes vela en el entierro, se dice a
los que llevan al extremo ese afán de vigilar la vida de los demás.
De acuerdo con los
resultados de la Encuesta Sobre el Derecho de Acceso a la Información PúblicaGubernamental 2013 (EDAI) elaborada por el Instituto Federal de Acceso a la
Información y por el Instituto Nacional de Geografía Estadística Informática,
todo hace indicar que nos place más saber que hace la vecina que lo que hace la
autoridad.
Los resultados de esa Encuesta los ha publicado el IFAI en su portal electrónico y hay hallazgos tan interesantes como desalentadores, como
el hecho de que de cada cien mexicanos, solamente seis han presentado
solicitudes de información a las instituciones públicas.
A once años de que
entró en vigor la Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública, esa
estadística refleja un desconocimiento descomunal de la población respecto de
qué y como preguntar algo a sus autoridades.
Es decir, nos
interesa lo que hace la autoridad pero no nos atrevemos a preguntar, en buena
medida, porque desconocemos que podemos hacerlo.
El 84 por ciento de
las 2 mil 805 personas encuestadas, con representatividad sobre 35 millones de personas, dice estar
interesada en lo que hacen las autoridades e instituciones de gobierno que son
sujetos obligados de la Ley de Transparencia, pero el 69 por ciento desconoce
los medios para hacerlo y el 80 por ciento no tiene idea alguna del procedimiento
a seguir.
El 60 por ciento de
la población ha escuchado hablar del IFAI pero solo el 25 por ciento sabe de la
existencia de los órganos garantes en su respectiva entidad federativa, lo cual
resulta ser abrumador.
Parece inexplicable
que los ciudadanos en ocasiones opinemos de todo, que hagamos juicios de todo,
que a la primera de cambio califiquemos a un gobernante ya sea de corrupto,
ineficiente o hasta flojo y que para haber llegado a cualquiera de esas
conclusiones no nos preocupemos por hacernos de la información necesaria para
respaldar nuestros dichos.
Pese a que tenemos al
alcance la posibilidad de preguntar y recibir información oficial no lo
hacemos. El Acceso a la Información Pública es un derecho constitucional y no
lo ejercemos.
Es como si nos
agradara vivir en la ignorancia total respecto de lo que hacen nuestros
gobernantes a los que criticamos pero no les preguntamos, no les cuestionamos
ni les exigimos cuentas.
El hecho de que
solamente menos de seis de cada cien mexicanos hayan preguntado algo al
gobierno nos dice que somos un pueblo incapaz de ejercer sus derechos a
plenitud. Once años para darnos cuenta de un Derecho que nos asiste es
demasiado tiempo para no hacer nada.
Lo más notable es que
se supone que somos una sociedad que no se deja, que es respondona, que es
liberal y demandante, pero pareciera que es solamente un mito.
En la Escuela de
Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí se
imparte la asignatura de Escenarios de Transparencia y Acceso a la Información
Pública. En enero pasado en el primer día de clases, ninguno de los alumnos
inscritos al curso sabía de la existencia de la Transparencia o del Derecho de
Acceso a la Información Pública.
Iniciar a hablar de
ese tema es como caminar en un cuarto a oscuras porque el desconocimiento es
aplastante.
Luego de que los
jóvenes universitarios se inician en el asunto se asombran de todo lo que
pueden saber pues han entendido que ese Derecho es el equivalente a un
instrumento de conocimiento.
Los datos de la
Encuesta deberían ser tomados con toda la seriedad del caso no solo por los
órganos garantes, sino también por las instancias de gobierno y la sociedad. La
evolución de la transparencia es responsabilidad de todos, puesto que con ello
se puede lograr una mejor democracia.
Por eso, si en realidad somos unos metiches, empecemos
a entrometernos en la vida del gobierno, en sus andares y trasnochadas, en sus
relaciones sospechosas y oscuras, en sus gastos y excesos, en sus promesas y
sus respuestas.
De nada sirve decir
que nos interesa saber qué hace el gobierno si no se da el paso siguiente que
es el de preguntar para luego evaluar.