¿Y si pintamos en rosa al Palacio Municipal?
Por Juan Antonio González
Podría ser un hecho
menor, una nimiedad, quizá podría ser una ocurrencia nacida del ocio o la
expresión frívola de algún burócrata con iniciativa. Podría ser un alarde de
ignorancia o un desplante desfachatado de alguien absolutamente desenchufado de
la realidad. La transformación del Escudo de Armas de la ciudad como emblema
institucional del ayuntamiento capitalino podría ser todo, pero menos una buena
idea.
Hay que tener dos
dedos de frente para entender que el Escudo de Armas es un símbolo de identidad
de los capitalinos y que representa el origen de la ciudad. Atentar contra
ello, es como mentarle la madre a la ciudad y a sus habitantes.
Ponerse a jugar con
ese Símbolo es un despropósito que no encuentra explicación sino a partir de
que lo hace un gobierno que al parecer no tiene nada que hacer. El ocio, o sea,
la güeva, puede llevar a cometer soberanas estupideces.
La actual
administración municipal se ha venido empeñando en demostrar su corta visión
acerca de lo que se llama gobernar y lo ha logrado con tal acierto que ya no se
ve la hora en que el trienio llegue a su término.
Lo insulso e inútil es
su materia, de eso esta formado el gobierno municipal, sino baste recordar que
hace unos meses, la Dirección de Parques y Jardines se dio a la tarea de podar
árboles para transformar los verdes
ramajes en caritas sonrientes, en un absurdo mensaje de que los ciudadanos
viven muy contentos que hasta los árboles se contagian de esa felicidad.
Ideas tan bobaliconas
e inútiles, debieron dar vida a la brillantísima idea de destrozar el Escudo de
Armas de la Ciudad para dividirla en segmentos verde, gris y rojo. Tres franjas
separan al Escudo que tiene la leyenda de que San Luis Potosí se transforma contigo.
Las siglas de San Luis
Potosí superpuestas sobre el Escudo de Armas en una expresión cursi de la
imagen de un gobierno que poco o nada ha tenido que ofrecer a los ciudadanos.
Habrase pensado en las
huestes del edil García que año nuevo imagen nueva y ya está, a seguir
manteniendo el ritmo de su corazoncito para el 2015. Hay que dar la impresión
de frescura, de audacia, de modernidad.
En efecto, el alcalde
debió pensar: no, pues sí, se ve bonito, es atractivo, llama la atención, esto
es arte. Así es mi gobierno, transformador, creativo. Adelante, al diablo con
el Escudo de Armas.
Como si todo fuera
imagen institucional, como si eso fuera suficiente para hacer ver a los
capitalinos que se está en manos de un gobierno eficiente, emprendedor y
visionario que tiene todo resuelto.
Se equivoca el
alcalde: el ciudadano estima a los gobernantes honestos y probos, trabajadores,
esforzados y desdeña a los ocurrentes e ignorantes supinos de la historia de la
comunidad.
Si se ha atrevido a
manosear el Escudo de Armas, poco faltará para que pinte de rosa el palacio
municipal.
Pero bueno, eso no es
lo peor que puede pasar. La capital del estado es la ciudad más insegura de
todo el estado, donde ha habido más ejecuciones, es la ciudad con calles y
avenidas más destrozadas, es la ciudad con mayor número de pobres en su zona
urbana, es la ciudad más endeudada de la entidad, una ciudad en penumbra con un
dentro histórico que, como recién ha dicho Horacio Sánchez Unzueta, está hecho
un desastre.
Si en vez de ocuparse
de destrozar el Escudo de Armas, el alcalde se ocupara de gobernar y cumplir
con sus obligaciones, tal vez la ciudad sería otra y no la que tenemos, tan
estancada y tan olvidada como siempre.
Con todo y la parchada
imagen del Escudo de Armas, lo único que sigue presente y calando hondo, es la
mediocridad del gobierno. La mediocridad de su administración no se puede
maquillar por un simple cambio de imagen institucional, como luego de sice por
ahí, aunque la mona se vista de seda, mona se queda.
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