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miércoles, 12 de febrero de 2014

La Auditoria Superior del Estado en manos de Cándido Ochoa

Por Juan Antonio González

El proceso de renovación en la titularidad de la Auditoría Superior del Estado suponía como el peor de los mundos posibles la reelección del auditor Héctor Vicente Mayorga Delgado. En esa tónica, se entendería que cualquiera de los aspirantes electos que no fuera Mayorga sería entonces una buena elección.

Es decir, la premisa de todos contra Mayorga sin importar quien lo supla, en el buen sentido, equivale a caer en el mismo círculo vicioso que al final llevó a elegir a José de Jesús Martínez Loredo, que confesó, tiene amigos en el gobierno, entre ellos al principal, al secretario General de Gobierno, Cándido Ochoa Rojas.

Si se hace memoria de lo ocurrido durante los últimos días previos a la designación de Martínez Loredo, se recordará que todo el debate se centró en si era conveniente o no que Mayorga fuera reelecto, pero se dejo de lado el perfil y la historia del resto de los aspirantes.

Fue hasta unas horas antes de que el Congreso del Estado votara para que a través de los medios se difundiera información respecto del no tan claro pasado y presente de quien a la postre sería electo auditor superior del estado.

Se reveló que en 2003, el entonces Tesorero del Estado, era quien firmaba los cheques para pagar por servicios profesionales externos brindados al gobierno de Fernando Silva Nieto, por el abogado Cándido Ochoa Roja, actual secretario General de Gobierno y quien impulsó la candidatura de Martínez Loredo a la Auditoría Superior del Estado.

Se divulgó además que en 2012, el Contador Martínez trabajó para el gobierno y que lo contrato la Contraloría del Estado para que limpiara de impurezas el ejercicio fiscal de ese año de la empresa paraestatal Invernaderos de Santa Rita.

Martínez fue el Tesorero en el gobierno de Silva Nieto, tan de triste memoria que el día en que entregó el gobierno a Marcelo de los Santos, debió salir por la puerta trasera del teatro de La Paz donde se realizó la ceremonia oficial de cambio de poderes.

El priísta dejó la administración endeudada y con un conflicto financiero de grandes dimensiones como lo fue el de los Invernaderos. Martínez Loredo y el entonces secretario de Finazas, Olegario Galarza eran los que llevaban el asunto financiero de ese proyecto.

Como desde entonces Martínez Loredo conocía parte de las tripas de ese proyecto, en 2012 le encargaron que auditara a la empresa de tomates y lo hizo por la nada despreciable cantidad de un millón 250 mil pesos.

No sería descabellado pensar que esa chamba le llegó gracias a su amistad con el secretario Cándido Ochoa.

Horas antes de que fuera electo Martínez Loredo, a la prensa se le filtraron datos de que en la casa del diputado del PRI, Fernando Pérez Espinosa se realizó una encerrona de legisladores afines al gobernador para recibir línea directa de Ochoa Rojas de que el ungido debería ser Martínez Loredo.

Lo que se filtró ocurrió tal y como se había anticipado. Eficiente resultó Ochoa Rojas y logró que el gobierno tenga desde ya un auditor a modo.

Por eso, llama a la incredulidad el sentido de las primeras declaraciones que el auditor superior hizo a la prensa.

Recurrió a frases hechas que parecen de fondo pero que en realidad no lo tienen, como esa de que se trabajará e investigará a quien sea, caiga quien caiga, que no le temblará la mano y cosas de esas que no pasan de ser parte de titulares de prensa que luego caen en el olvido.

Se presentó como un tipo más limpio que la conciencia de un infante y se autodefinió como un hombre con independencia mental y de criterio, que no tiene compromisos con nadie, ni con funcionarios del gobierno ni con políticos.

Esas palabras se le han escuchado a más de un nuevo servidor público electo por los diputados y son palabras que suelen escucharse a muchos servidores públicos, solo que esas palabras nunca acaban por concretarse en hechos.
Por supuesto, rechazó haber contado con el apoyo de Cándido Ochoa aunque no negó su amistad con el secretario General.


En la Auditoría Superior del Estado le esperan asuntos que involucran a funcionarios públicos de distintos niveles así como de actuales y anteriores administraciones. Ya se verá entonces si es cierto eso de que no importa caiga quien caiga.

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