Cuentas Públicas Municipales y su secuela de Impunidad
Por Juan Antonio González
La más reciente edición de la trama que bien podría titularse La
Triste Historia de los Ayuntamientos Pobres y sus Desalmados Presidentes
Municipales, es todo un drama plagado de villanos, algunos de aspecto torvo y
oscuro, y otros, que como los delincuentes de cuello blanco reflejan éxito,
seguridad y popularidad, pero en el fondo se guían por una desenfrenada
ambición.
Complicidades, Encubrimientos, Avaricia, Egolatría,
Excesos, Traiciones, Compadrazgos, Amiguismos, Influyentismo, Corrupción, Dolo
e Impunidad son apenas algunos de los rasgos de la villanía de los alcaldes.
Nos referimos al Informe Final de Auditoría a las
Cuentas Públicas Municipales correspondientes al ejercicio fiscal 2013 que dio
a conocer la Auditoría Superior del estado.
Personajes centrales del drama anual en que se ha
convertido la revisión de las Cuentas Públicas Municipales, los alcaldes
continúan perfeccionando sus habilidades, capacidades y virtudes para hacer de
las haciendas públicas, cartera personal de la que pueden gastar cómo se les
antoje.
Cada año esa historia de perversidad y manipulación
en el uso de los recursos públicos se repite y se perfecciona, como si los
ediles tuvieran el reto de demostrarse a si mismos y a toda la sociedad, que
son capaces de ser peores.
Mil 419 millones 932 mil 408 pesos es el monto de
observaciones realizadas por la Auditoría Superior del Estado a los 58
ayuntamientos de San Luis Potosí respecto de las Cuentas Públicas 2013. En 2012
fueron 995 millones de pesos.
Hay ejemplos notables por su ineptitud, como es el
caso de Villa de Zaragoza, cuyo ejercicio de los recursos públicos fue observado en 61 por ciento. Es decir,
solamente 39 centavos de cada peso los aplicó correctamente.
Ayuntamientos de pacotilla.
Al ayuntamiento de Tampacán le observaron el 53 por
ciento de los recursos públicos ejercidos, o lo que es lo mismo, más de la
mitad del dinero que recibieron lo usaron como les gusta hacerlo: obrando mal.
Municipios donde la marginación de la población y
el rezago social es sobradamente elocuente, como San Antonio, Santa Catarina,
Tamasopo, Huehuetlán.
Le siguen Huehuetlán con el 48 por ciento, Real de
Catorce con el 47 por ciento y San Antonio con el 45 por ciento.
Ninguno de los 58 municipios salió limpio. Desde el
más modesto hasta el más rico y encumbrado no fue capaz de utilizar los
recursos públicos con probidad y apego a las leyes.
Verbigracia, el ayuntamiento de la capital sumó observaciones por 361 millones 290 mil pesos. El autodenominado ayuntamiento
“transformador” resultó ser una copia más nefasta que la anterior administración que en 2012, había tenido observaciones por 234 millones 234 mil
pesos.
En el otro extremo, hay algunos municipios a los
que solo se les observó del uno al cinco por ciento de su presupuesto, lo cual si
bien es meritorio, tampoco es nada para festinar, pues el simple hecho de hacer
mal uso de un solo peso de las arcas públicas es ya un exceso.
Cuanta falta hace tener autoridades municipales
eficientes y profesionales en lo administrativo para lograr que cada peso y
cada centavo que pase por sus manos sea aplicado correctamente.
Cuanta falta hace tener autoridades municipales
políticamente decentes y honestas para impedir que se tuerza la ley y, con
ello, evitar caer en la tentación de la corrupción.
La ausencia de gobiernos municipales de calidad, ha
provocado la creación de un círculo vicioso en el que la corrupción y la
impunidad van de la mano. Los servidores públicos municipales saben que actuar
al margen de la ley, aunque es un riesgo, no necesariamente es algo que les
afecte, y en muchos casos es algo que ni siquiera les provoca temor
Hay algo de fracaso en los gobiernos municipales
que pese a ser el órgano de autoridad más cercano a la ciudadanía, es
paradójicamente la más abusiva contra el interés de la sociedad.
Al amparo de su autonomía constitucional, los
ayuntamientos se manejan como quieren y se han convertido en ínsulas de poder
público al servicio de partidos políticos, clanes, grupos y caciques de todo
tipo.
Si bien existe una instancia fiscalizadora como la
Auditoría Superior del Estado con facultades para sancionar y determinar el
inicio de procedimientos judiciales ante las autoridades correspondientes, no
ha sido suficiente para detener las ambiciones de los alcaldes y sus
colaboradores.
Cuando los expedientes de los ayuntamientos llegan
a la Procuraduría General de Justicia del Estado se mueren, pasa el tiempo y no
ocurre nada y es entonces, cuando al concretarse la impunidad, los ediles
entienden que no hay poder legal suficiente que les ate de manos.
Se tienen leyes que parecieran ejemplares para
sancionar a los servidores públicos, pero lamentablemente dichas leyes poco se
aplican. La falta de voluntad política del gobierno estatal en turno para no
tocar los expedientes, es y ha sido una realidad tangible y cruda en detrimento
de la procuración de justicia.
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